Estoy consciente de
que había aceptado esto del tiempo para que organizaras tus ideas, pero ya no. No
quiero darte más tiempo del que te he concedido ya. No quiero volver a lo mismo
del año pasado que me hizo infeliz.
Odio a las hormigas
tanto como odio no escuchar la emoción en tu voz cuando contestas el teléfono. Odio
que hayas atravesado una de las ciudades más pobladas del mundo para estar
conmigo tan solo dos horas y robarme uno que otro beso, seguidos de una
traicionera lágrima de cocodrilo. Odio haberte avisado que iba a estar ahí y no
poderte decir que sí he ido en otras ocasiones sin avisarte. Odio no poder
mentirte. Odio haberte hecho creer que iba a esperarte. Odio amarte de la forma
en que lo hago.
Debo confesar que
con todo lo que has hecho en los últimos días dejas bastante claro que aún
sientes algo. Mi rostro no pudo ocultar la emoción que mi cuerpo sintió al
verte ahí, buscándome con la mirada y marcándome para encontrarnos. No es un secreto
que te amo, pero no lo es tampoco que hoy todo es diferente, hasta tus besos
que en mi siguen teniendo el mismo efecto.
Hoy no quiero ser
yo esa mujer que destruya una familia, tu familia; que desvíe tu atención de
los asuntos que en realidad la necesiten. No quiero ser yo en quien pienses
mientras duermes a lado de alguien más. No quiero ser yo quien te llame todos
los días sin que puedas contestarle. Me niego a seguir enviando mensajes que se
quedan sin respuesta.
Me vendí la idea de
que todos merecemos una segunda oportunidad y de que yo iba a otorgártela. Me
obsesioné con la idea de cambiar de residencia para hacer las cosas más
sencillas, cuando sé perfectamente que aún viviendo en la misma casa no
volverás a tocarme con la misma pasión.
Estoy cansada de
comprarme ideas y de concederte tiempo. Me doy la vuelta sin mirar atrás y con
la convicción de no volver a andar el mismo camino.
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